domingo, 26 de abril de 2009

Reporte: “El último ensayo” – abril 2009

Fui a ver esta obra de Yuyachkani hace poco. Como comentáramos con mi buen amigo Ronnie, la obra puede calificarse criollamente, sin intención peyorativa, como “rayadaza”. Eso sí, si tuviese la oportunidad, regresaría a verla más de una vez pues me gustó.

Debo reconocer que lo primero que me impactó es la forma de entrar que proponen al público: pasar a través del escenario por una alfombra roja. Me sentí involucrado desde el inicio pues mientras entraba veía a los actores en personaje preparándose para el “inicio” mientras un piano es tocado en vivo.

La musicalidad de los actores está fuera de toda discusión. Además de verlos ejecutar diversos instrumentos musicales en escena me quedé tremenda y gratamente impresionado cuando al comienzo de la obra los actores interpretan una canción a capella con un arreglo de (por lo menos) cuatro voces. Simplemente extraordinario. (Soy músico de afición así que desde ahí ya estaba en el bolsillo de “los Yuyach”).  Felicitaciones a los actores y a Pablo Sandoval que figura como director musical de la obra. (Yuyach: ¿Habría alguna manera de obtener esa grabación?)

El “argumento” de la obra gira sobre la mezcla de la historia del grupo, con la del Perú en el siglo XX, con la de una diva que ahora regresa al país y es esperada por unos músicos en un cine abandonado.

A mí me impactó el lado humano mostrado por esos músicos: ese “contraste” entre la excelencia musical y la sordidez. Entre sus ensayos vi reflejados matices de envidia, egoísmo, lujuria, desenfreno, vacuidad, descontrol… todo para desaparecer y ser olvidado rápidamente cuando el ensayo se retomaba. Me hace reflexionar acerca de lo que uno se fija en los demás; a quiénes hace sus ídolos para imitar; y, los prejuicios que uno se genera. Es por eso que puse la palabra contraste entre comillas al principio de este párrafo: porque en realidad el que alguien destaque en algo no lo hace necesariamente bueno en todo. Racionalmente reconocemos ahí la magia de nuestras diferencias. Pero cuando estamos en el “día a día”, gobernados por “la inercia”, esa racionalidad desaparece. No se trata de recalcar que nadie es perfecto. Se trata de “ubicarse” positivamente frente a esa realidad.

Miguel Rubio Zapata, director de la obra, afirma que la obra está llena de claves y se preocupa por quienes no conocen ese supuesto código. Siendo yo alguien que no conoce dicho código, reconozco el “ejercicio de precisión” al que aspira el grupo y encuentro sentido en el trabajo en la medida en que es un llamado al (re)conocimiento del “hombre detrás del hombre”. Es así que concuerdo con lo que dice Peter Elmore, creador de los textos de la obra, quien en el programa de mano refiere:

“El último ensayo es, sobre todo, una ceremonia de reconocimiento, en la medida que reconocer significa no sólo dar testimonio de una admiración, sino conocer (y, en esa medida, conocernos) de nuevo.”

Peter Elmore
La víspera del homenaje”

Finalmente, como alumno que recién empieza el aprendizaje, leo con singular placer cómo cierra el programa de mano y recuerdo cómo ello se traduce en la función:

[…] Es por eso que nos esforzamos para que cada vez que estamos en escena sea como la primera vez.”

Miguel Rubio Zapata

Para saber más sobre la obra:

Reportes de visita

Como parte de este proceso estoy asistiendo más seguido al teatro. Confieso que hasta antes de este año no he visto casi ninguna obra. Eso tiene que cambiar pues he de aprender de otros montajes y entender el código usado durante una función. Mi intención aquí es publicar mi reporte de visita, desde lo externo (entrada, programa, instalaciones del teatro) hasta la obra en sí. El objetivo es simplemente contar qué me dejó la obra. En ese sentido, una obra de teatro no se puede calificar de buena o mala. ¿Quién es uno para poner semejante adjetivo? Una obra genera sensaciones diferentes en cada espectador y yo pienso incluir aquí “lo que la obra me dejó”.

sábado, 25 de abril de 2009

Mejor teatro, mejor persona

Reflexionando sobre si realmente quiero ser médium y por qué, encuentro que es afirmativa la primera respuesta y contundente la segunda. ¿Por qué quiero dedicarle al teatro parte de mi vida? Trataré de ordenar los pensamientos que me inundan, para poder escribir una respuesta ordenada.

Encuentro que el teatro exige disciplina, orden, dedicación, coherencia, veracidad, profesionalismo. El teatro exige puntualidad y respeto al compañero. El teatro demanda conciencia social e individual. El teatro no es ajeno a las circunstancias de la sociedad. El teatro exige estar conciente de ellas y ser agente de cambio: actuar. Actuar para que el espectador no solo reciba un mensaje sino lo transforme y actúe sobre la base de él logrando el cambio que se desea. Lo anterior define para mí al actor como una persona que quiera “ser mejor que sí misma para beneficio de los demás”.

Yo encuentro la definición anterior bastante concreta y accionable. Comulgo con ella. “Los demás” tiene un significado directo para mí: mi familia. Partiendo de ese núcleo social, puedo luego lograr accionar sobre mis amigos, mi entorno, mi sociedad.

Pero además, el teatro me exige como individuo cosas muy concretas, que también terminan con la construcción de una mejor persona, un mejor “yo”. Entre esas cosas concretas recuerdo en este momento:

  • Cuerpo. El instrumento por excelencia del actor es el cuerpo. Es en él y a través de él que se manifiestan los personajes. Para lograr un buen personaje la exigencia no es trivial. Así como la plastilina debe ser maleable para construir con éxito variadas formas, el cuerpo del actor debe ser flexible para responder a las exigencias de ese espíritu que demanda manifestarse a través de él. Dentro de las posibilidades de cada uno, se ha de lograr flexibilidad y capacidad física para ello. El personaje debe poder usar movimientos distintos de los característicos del actor como persona. Además, el cuerpo es punto de partida para la palabra y, también, para la improvisación.
  • Voz. Pude haber puesto que este es el instrumento por excelencia del actor, pero no lo creo así. La voz es una extremidad más del cuerpo, un miembro más, como lo son los brazos y las piernas (1). La voz no se separa del cuerpo sino que nace de él. No podemos lograr una “buena” voz sino partimos desde el “centro de fuerza” del cuerpo, lo activamos, y lo tomamos como punto de partida (2). “Buena” voz significa una voz maleable, moldeable, capaz de adaptarse a lo que el personaje pide, y capaz de llenar el espacio y el auditorio necesario, con el volumen y la claridad necesaria, sin desgastarse en el intento.
  • Palabra. ¿Pero acaso no acabamos de hablar de la voz? ¿Por qué hablar específicamente de la palabra? Porque si no hay conciencia de la palabra que se dice, se corre el riesgo de no ser más que un buen altoparlante, un reproductor de audio que se hace oír pero no se escuchar. El manejo de la palabra, por tanto, es fundamental y no nace sino del reconocimiento de cada letra que sirve para construir una palabra. Reconocidas las letras, toca reconocer la palabra como un todo mayor a la suma de sus partes, entender claramente su significado y su razón de ser. Las palabras se juntan en frases que, nuevamente, en una sinergia liderada por el escritor, lleva un significado mayor que, junto con las demás frases del texto, permiten entregar eficazmente el mensaje de la obra (3).
  • Conciencia de uno mismo. En el escenario físicamente uno no puede ver lo que el espectador ve, pero debe poder sentirlo. Uno debe ser capaz de saber cómo está ubicado espacialmente en el escenario en relación a los demás actores aún cuando no los vea, y debe ser conciente de cada una de las partes de su cuerpo: dónde y cómo están sus dedos, manos, brazos pies, piernas, cabeza, etc. pues ellas están transmitiendo mensajes al público (4). Pero adicionalmente uno debe tener conciencia también de cómo suenan sus palabras pues no debe notarse que el actor está diciendo un texto de memoria sino más bien este texto debe sonar fresco, como si el actor lo estuviera inventando en ese momento.  Para lograr esa frescura, ayuda tener esta conciencia de uno mismo alerta en cada momento de la vida diaria pues todos los días uno se comunica alegre, molesto, apesadumbrado, etc. y transmite naturalmente, sin esfuerzo, esas emociones a su interlocutor. Eso mismo debe lograr el actor con el público. Aprender de la manera de hablar que usa uno en la vida diaria sirve no para remedar la entonación, sino para buscar la coherencia entre el sentimiento y la voz, coherencia que podemos llamar “organicidad” (5).
  • Estudio. Es irresponsable intentar construir edificios sin haber estudiado. Es irresponsable intentar curar enfermedades sin haber estudiado. Es irresponsable intentar hacer un personaje sin haber estudiado. Hay un deber que adquiere el actor para con el público, para con su sociedad; deber adquirido por el solo hecho de ser actor y querer llamar a la acción a través de su personaje. Lo dicen internacionalmente Augusto Boal y nacionalmente Celeste Viale en sendos mensajes por el Día Mundial del Teatro 2009 y, por ahora, no encuentro nada que añadir:

“Una de las principales funciones de nuestro arte es hacer conscientes esos espectáculos de la vida diaria donde los actores son los propios espectadores y el escenario es la platea y la platea, escenario.”
”[…] Actores somos todos nosotros, el ciudadano no es aquel que vive en sociedad: ¡es aquel que la transforma!”

Augusto Boal
27 de marzo de 2009

“El Teatro, a pesar de las predicciones que le auguraban el coma o la muerte, sigue en pie, junto a hombres y mujeres, para registrar las miserias y transformarlas; para que el mundo que hemos construido sea más fácil de soportar y entender y en ello, darnos la posibilidad de redimirnos. La memoria, la reflexión y el rescate de lo humano son tres virtudes que el Teatro puede ostentar en medio de la realidad que nos abate”

Celeste Viale, “La Persistencia del Teatro”
27 de marzo de 2009
 

Por lo expuesto,  estoy convencido de que dedicarme al teatro es dedicarme a ser mejor persona. Sin embargo, creo también que es una calle de dos vías. Si el teatro me hace mejor persona, es justo que como persona trate de hacer mejor teatro. Es lo menos que puedo hacer por él en sincero agradecimiento.

 

(1) Esto lo aprendí de María del Pilar Núñez en un breve taller de voz que estudié en “Cuatro Tablas” a fines de 1998.
(2) Marco Otoya, Aranwa Teatro, Lima 2009.
(3) Jorge Chiarella Krüger, Aranwa Teatro, Lima 2009. Jorge Chiarella aparece desde la primera publicación de este blog bajo el nombre de Coco, y lo seguiré citando así merced al cariño y amistad que me inspira, salvo cuando la ocasión amerite mayor “formalidad”. No es falta de respeto, ni falta de reconocimiento. Muy por el contrario, este blog no existiría ni tendría ningún contenido sino fuera por el efecto que sus enseñanzas en pocas semanas han tenido en mí (y aún no soy, ni de lejos, un buen alumno). Es más, al maestro Coco este blog le debe hasta su título, y su autor, mucho más.
(4) José Ruiz Subauste, Aranwa Teatro, Lima 2009.
(5) Organicidad es mucho más que esa definición. Por ahora dejémoslo así.

jueves, 23 de abril de 2009

Para que exista teatro (2)

Luego de haber presentado los cuatro primeros elementos para que exista teatro (actor, público, texto, espacio), corresponde terminar esa lista. El siguiente elemento necesario para que exista teatro es la “convención” (también llamada el “acuerdo de jugar”). Vale decir, el espectador debe estar consciente de que lo que está viendo no es la realidad cotidiana sino una “realidad alternativa”. Esto es muy importante y descarta de mi publicación anterior el caso de la broma o la estafa. Allí no hay teatro pues si bien existen otros elementos presentes, el “espectador” no sabe que lo que está viendo no es la realidad: nunca fué informado de que están representando una estafa delante de él, y cae en ella. Allí definitivamente no hay teatro.

Finalmente, el último elemento necesario para que exista teatro es la “atmósfera”. Se entiende por atmósfera ese clima apropiado que existe durante una obra y permite que el espectador reciba precisamente la comunicación que los actores transmiten. Haciendo un paralelo con el aire que lleva (comunica) la palabra, la atmósfera  lleva (comunica) lo sensible. La imagino como una conexión mágica entre actor y espectador que aquel tiene que crear cada vez que quiere comunicar. Evidente es, que si te quiero decir la hora no necesito más que pronunciarla a un volumen adecuado para que la escuches. Pero si, por ejemplo, lo que te quiero contar es el dilema que sufro cada vez que me encuentro solo y todo aquel a quien recurro está ocupado, etc… entonces más me vale crear la atmósfera adecuada para que “escuches” eso que con palabras no se puede decir, pero que se puede representar. Esta atmósfera es muy poderosa, pero tiene sus debilidades: desaparece rápidamente ante la menor interrupción. Por eso es que, entre otras cosas, hemos de apagar los teléfonos celulares y evitar conversar durante una función.

Esos son los seis componentes necesarios para que exista teatro. Me queda la pregunta: un concierto en vivo… ¿es teatro? ¿qué elemento falta?

lunes, 20 de abril de 2009

Para que exista teatro…

¿Qué se necesita para que exista teatro? ¿Se trata de conseguir un buen escenario? ¿Es simplemente contar con la presencia de público? ¿Bastará contar con un buen “argumento”?

Esas son preguntas que me inquietan pues la idea de ser médium es precisamente para “hacer teatro”.

La respuesta nuevamente, viene luego de una interesante discusión con Coco. Evidentemente que se necesita por lo menos un actor y un espectador para que se pueda hablar de teatro. Es el principio de la comunicación. Además, es obvio que podemos inferir la necesidad de un argumento, una obra, un guión o un texto: algo que contar. Finalmente, los más observadores podrán advertir que falta mencionar el “lugar físico” donde esa comunicación se lleva a cabo, eso que en términos más exactos se llama hoy “espacio”. Pero hasta ahí puede uno llegar, o llegué yo al menos, en mi razonamiento. ¿Acaso faltaba algo?

Efectivamente, faltan un par de cosas por lo menos…

¿Qué pasa si dos personas están efectuando una broma o una estafa a una tercera? Las dos personas comparten un guión; un espacio; hay actor(es) y espectador. Los elementos básicos están pero… ¿podemos llamar a esto teatro?  El hecho de que yo coluda con un amigo en inventar una historia para hacerle una broma pesada a otra persona… ¿cuenta como teatro? ¿Las famosas cámaras escondidas son un ejemplo de teatro?

Esta respuesta la daré en mi siguiente publicación. Por lo pronto, sus comentarios son bienvenidos.

martes, 14 de abril de 2009

Sí, quiero ser médium

La Real Academia Española define la palabra "médium" de la siguiente manera:

"Persona a la que se considera dotada de facultades paranormales que le permiten actuar de mediadora en la consecución de fenómenos parapsicológicos o de hipotéticas comunicaciones con los espíritus".

Rescato de esa definición varias cosas: la referencia a facultades no normales o no comunes; actuar como mediador; y, la referencia a "comunicaciones con los espíritus". 

Es de ahí que parte el préstamo de esta palabra para definir el objetivo del viaje de varios años que he comenzado a emprender formalmente desde el 6 de enero pasado. Quiero adquirir ciertas facultades ("no comunes") que me permitan actuar como mediador para comunicar ("desde un espíritu") algo concreto al público. Ser actor lo llaman muchos. Mi tocayo Coco lo llama, muy acertadamente, ser "médium": permitir que el personaje se apodere del actor y que actúe a través del cuerpo del actor y que el público vea al personaje que ha tomado posesión de ese actor.
Este blog tiene por objetivo ser el depositario de mis aprendizajes, inquietudes y dudas que tendré en este proceso. El objetivo es encontrar en una relectura posterior ideas que revisar, que revivir, que retomar para mejorar cada vez. Si en el camino otras personas comparten conmigo sus propios comentarios y vivencias o inquietudes al respecto pues muchísimo mejor, este medio me dará a mí mucho más de lo que yo le daré.